de algunos árboles y espacios de silencio

hay un sueño que tuve siendo muy pequeña y que nunca olvidé.
un ladrón entraba a mi cuarto y se robaba mi caballo.

lo extraño no era el robo,
sino el caballo,
que no era otra cosa que la rama que le robé a un árbol
durante una excursión que hice con mis padres a La gran piedra.

éste verano, treinta y pico de años más tarde,
me trepé al árbol más añejo y frondoso que una criatura citadina y curiosa como yo pueda imaginar.
un ombú entre ombúes, me acunó en la zozobra de aquél enero maldito.

me costó bajarme de esos brazos.

la semana pasada encontré una casa que tal vez me aloje.
un pequeño espacio en la ciudad que podría llegar a convertirse en mi morada.

aquí la instantánea.
y aquí las ganas de dejar descansar, finalmente y con certeza,
mi viejo caballo.



Comentarios

Paolo dijo…
Vuelo poético en toda su magnitud. Tengo instantáneas parecidas, pero no
publicadas aún.

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