extranjeros.

Porque estamos aquí,
torpes motas de mundo.
Impávidos, turulatos,
perdidos y extranjeros.

Culpables e inocentes
de cien calamidades
e iguales maravillas.

Recurrentes en el amor y el espanto.

Trastabillando entre días y noches
que siempre se suceden,
por mucho que nos afanemos
en refundar el tiempo.


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