a veces el azar

El azar anda desatado,
desatinado,
dilatando dilemas,
dándole cuerda a su juego favorito:
la humana desmesura.

Se detiene y observa,
dos desconocidos le han llamado la atención.

Son inocentes, intuye.
Y entonces decide jugar una partida.
Marcar unos pasos,
soltar verbos pasados de moda,
decretar asuetos,
dejar que la complicidad orade los espacios.

Se ríe,
la jugada es buena.

Los niños inocentes, hermosas marionetas,
se han visto a sí mismos en el espejo del otro,
ese cuerpo entregado que ya ha muerto.

La pureza del fin,
la belleza infinita del fin.

El azar canta bajito.

Sigue su camino.


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