los miedos de perro batata
Rodolfo, el perro batata, le tenía miedo a las puertas automáticas, al final de la escalera mecánica del centro comercial, a las cucarachas voladoras del jardín de la abuela, a las aspas del ventilador del zapatero y a los peluqueros que se obstinaban en dejarlo como una esponja.
A veces, y si nadie lo veía, Rodolfo huía de las arañas chiquitas, miraba desconfiado a los moluscos gasterópodos sin concha y temblaba pensando en que si seguía comiendo tanto hueso robado al carnicero, se le iban a caer todos los dientes.
De lunes a domingo, o sea siempre, vivía aterrado ante la sola idea de chocar de frente con Fresia, la perra del vecino, y no saber como decirle que él, así de batata y así de orondo, la quería llevar a recorrer el mundo.
Aquellos eran momentos de tremenda tensión.
Perro batata se quedaba pasmado, inmóvil, más batata que Rodolfo, más redondo que nunca, más peludo que siempre, congelado en el miedo al mundo que no conocía y temía nunca recorrer. Mudo ante la gracia de Fresia y sus cascabeles de otoño.
Fresia y su seguridad al andar pisando abanicos de Gingko en la vereda.
Fresia que ocupaba ligera el aire como si nunca nada hubiese asustado jamás a nadie.
¿Cómo haría para acercarse él?
¡El que era tan miedoso que hasta huía del arroz con leche!
Pero que sobre todo, y más que nada, le tenía temor, terror, pavor, pánico, y espanto absoluto a la soledad y que temblaba ante la sola idea de abrir su corazón y no poder luego escapar a su cobacha, esconderse de tánta batatez, tanto corazón inabarcable.
Pero entonces algo pasó.
A veces, y si nadie lo veía, Rodolfo huía de las arañas chiquitas, miraba desconfiado a los moluscos gasterópodos sin concha y temblaba pensando en que si seguía comiendo tanto hueso robado al carnicero, se le iban a caer todos los dientes.
De lunes a domingo, o sea siempre, vivía aterrado ante la sola idea de chocar de frente con Fresia, la perra del vecino, y no saber como decirle que él, así de batata y así de orondo, la quería llevar a recorrer el mundo.
Aquellos eran momentos de tremenda tensión.
Perro batata se quedaba pasmado, inmóvil, más batata que Rodolfo, más redondo que nunca, más peludo que siempre, congelado en el miedo al mundo que no conocía y temía nunca recorrer. Mudo ante la gracia de Fresia y sus cascabeles de otoño.
Fresia y su seguridad al andar pisando abanicos de Gingko en la vereda.
Fresia que ocupaba ligera el aire como si nunca nada hubiese asustado jamás a nadie.
¿Cómo haría para acercarse él?
¡El que era tan miedoso que hasta huía del arroz con leche!
Pero que sobre todo, y más que nada, le tenía temor, terror, pavor, pánico, y espanto absoluto a la soledad y que temblaba ante la sola idea de abrir su corazón y no poder luego escapar a su cobacha, esconderse de tánta batatez, tanto corazón inabarcable.
Pero entonces algo pasó.
Comentarios
te convido a escuchar con detenimiento la canciòn "MIEDO" de Lenine...
y decirte q "el amor q no se da se pierde"...
"quien dijo q todo està perdido?...yo vengo a ofrecer mi corazòn"...
te amo pequeña :)